30 de November del -1
Según la OMS la etapa de la adolescencia abarca desde los 10 hasta los 19 años, observándose 2 fases:
En términos de masa ósea (MO), en las etapas de crecimiento se produce la mayor adquisición de tejido óseo, dándose la mayor velocidad de acumulación mineral en el hueso, en concreto, entre los 11 y 14 años en las chicas y los 14 y 16 años en los chicos. Posteriormente, entre los 25 y los 30 años es cuando se alcanza el pico de MO
Diferentes estudios sugieren que la adquisición elevada de hueso durante la adolescencia es crucial para reducir el riesgo de padecer osteoporosis en la edad adulta, señalando que incluso podría reducirse hasta en un 50% el peligro de padecer fractura. Algunos estudios señalan que el 70% de la MO puede estar determinada genéticamente. Es el resultado de los procesos de formación y resorción ósea. Ambos procesos están regulados por el equilibrio que se produce entre los factores endógenos (la hormona paratiroidea (PTH), la calcitonina y la vitamina D) y los factores exógenos (mecanísticos, nutricionales, etc). En este sentido, Stagi y cols. Señalan que el ejercicio de fuerza y la ingesta de calcio podrían llegar a determinar hasta el 20% de la densidad mineral ósea (DMO). En la misma línea, Julian y cols. Indican en una reciente revisión que la práctica de actividad física unida a una correcta ingesta de calcio proporciona beneficios para la adquisición y desarrollo del hueso durante el crecimiento.
La nutrición tiene que proporcionar los componentes necesarios para garantizar el correcto funcionamiento metabólico del hueso. Se ha determinado que es indispensable ingerir cantidades adecuadas de calcio y de fósforo, además de otros nutrientes tales como la vitamina D, vitamina K, proteínas o incluso la ingesta energética total. De hecho, la deficiencia de vitamina D en niños está asociada con la desmineralización del hueso e incluso el raquitismo, por lo que para prevenir la osteoporosis es necesaria una ingesta adecuada de este nutriente. Además, es de vital importancia el control de la ingesta calórica en las atletas, ya que el déficit de energía provoca alteraciones hormonales asociadas con la amenorrea, habiéndose determinado que las atletas amenorreicas presentan una menor DMO que sus homólogas eumenorreicas .
Por otro lado, la práctica de ejercicio físico (EF) proporciona beneficios para la salud del hueso, así como para la prevención y el tratamiento de la baja DMO, o la mejora de la adquisición de capital óseo durante el crecimiento. Para que el EF tenga un efecto osteogénico, es decir, mayor anabolismo óseo, necesita de una duración y una intensidad mínima, además de impacto y cargas mecánicas que desencadenen los procesos de modelado y remodelado necesarios para adecuar el hueso a las nuevas demandas, provocando como resultado final el aumento tanto de la DMO como del contenido mineral del hueso (CMO), al igual que adaptaciones estructurales y de la microarquitectura trabecular. Por otro lado, el efecto del EF sobre el hueso varía en función de la edad y del sexo. En este sentido, la práctica regular en edades prepuberales se asocia con una mayor acumulación de mineral óseo que produce un aumento en el tamaño del hueso durante la pubertad.
Fuente: http://scielo.isciii.es/pdf/nh/v34n6/30_rapun.pdf
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17 de January del 2019
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